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Dec 06, 2016 | Paulette E. Martin

Nacido para ser un misionero

Su llamado al ministerio ordenado comenzó a la edad de siete años, cuando sirvió como un acólito en una congregación que sus padres ayudaron a plantar en la sala de su casa en Guatemala.

"Fue importante para mí ver que éramos un grupo pequeño y empezamos algo realmente grande donde no había una presencia de la iglesia", dijo el Rvdmo. Héctor Monterroso, Obispo de la Diócesis Costarricense, al recordar su primera noción de la iglesia.

El Obispo Monterroso nunca imaginó que el plan de Dios significaría que él abandonaría una carrera de ingeniería mecánica para asistir al seminario y eventualmente plantar iglesias en un país extranjero que tenía muy pocos episcopales.

Fue una tarea ardua, pero curiosamente, el fútbol resultó ser una ayuda útil. Él acredita el deporte con lo que le permitió ser visible entre la comunidad y atraer a la juventud.

"He heredado algunas de las habilidades de mi padre. Fue un futbolista profesional para el equipo nacional en Guatemala y siempre que jugaba al fútbol con él, la gente nos reconocía", dijo Monterroso. "A la gente le fascinaba ver a un sacerdote que podía jugar al fútbol muy bien".

Monterroso fue ordenado diácono en 1986 y sacerdote en 1987 en la Diócesis de Guatemala. El 7 de junio de 2003, se convirtió en el Obispo de Costa Rica.

Hace tres años, se formalizó una asociación entre las Diócesis Costarricense y Texas y cada año el vínculo entre los dos grupos de episcopales ha fortalecido.

"Pienso que las diócesis de Texas y Costa Rica tienen una perspectiva en común", dijo Monterroso. "Cuando hablo con el Obispo Doyle puedo ver su visión de una iglesia. Es un reflejo de la misma visión que tenemos".

San Martín, el Espíritu Santo, Trinidad y Palmer Memorial en Houston son algunas de las iglesias que han participado en la relación a largo plazo con la Diócesis de Costa Rica.    

"A veces estas relaciones son difíciles debido a la larga distancia, o por las barreras del idioma, sin embargo, gracias a los diferentes dones que tienen las personas de ambos lugares, hemos logrado empujar esas barreras a un lado y aprendido a trabajar juntos", dijo el obispo.

Aquellos que participan en un viaje misionero a Costa Rica no sólo ayudan con proyectos de construcción, sino que también participan en un viaje espiritual destinado a fortalecer su fe mientras atienden a otros.

"Cuando ayudamos a nuestros hermanos y hermanas, estamos conectados con el Evangelio y nos convertimos en misioneros", explicó el Monterroso.

Los proyectos actuales de la Diócesis Costarricense incluyen el cuidado de las madres solteras que trabajan o regresan a la escuela, la formación bilingüe para el clero y el establecimiento de una facultad de clero para fortalecer el ministerio laico y guiar a quienes aspiran a ser sacerdotes.

Estos proyectos tienen un objetivo muy específico. "Ellos necesitan responder a las necesidades humanas y tienen que contribuir a la transformación de la vida de las personas", añadió Monterroso.

Incluso durante su tiempo libre, Monterroso es leal a su trabajo de tiempo completo. Le gusta leer libros y artículos para poder aprender más sobre la enseñanza y la formación. Recientemente terminó de leer la versión en inglés de El Manual del Libro de Oración Común.

Monterroso se describe a sí mismo como fiel, alegre, positivo y trabajador.

"Siempre tengo mucho entusiasmo. Me gustan los retos. Y me gusta ver cómo Dios ayuda con los objetivos que tenemos para la Iglesia", dijo el obispo.

Monterroso está felizmente casado con su esposa, Sandra. Tienen dos hijos: María Beatriz, de 27 años, y Héctor, de 23 años.